Ser amable marca la diferencia

La buena amabilidad es algo muy apreciado por todos, pues tiene que ver con aquellos actos que se realizan en beneficio del otro sin esperar nada a cambio. Tristemente, en nuestra sociedad, es facil encontrarse con gente que, aparentando ser amable en un primer momento, realmente sólo mira por si mismo.
La auténtica amabilidad se demuestra, en primer lugar, con uno mismo, luego en el entorno más próximo, y finalmente en el entorno más lejano. La amabilidad que realmente valoramos es la que sabemos que nace, crece y se desarrolla desde lo más profundo del corazón o del ser de cada uno.
La persona amable muy raramente hace algo que pueda ofender a otro. Además, la gente realmente amable sabe gestionar sus enfados y su ira sin tener que dañar a otras personas, y no se siente ofendida por las palabras de alguien grosero y maleducado. Estas personas saben centrarse en lo positivo de ella misma y de lo que le rodea, es capaz de comunicar firmemente lo que no está dispuesta a admitir.
En pareja, convivir con personas amables suele ser una delicia, pues además de no interferir en el proyecto personal del compañero/a, siempre están dispuestas a apoyar al otro en lo que necesite. Y si también son personas amables con ellas mismas, no renunciarán a su propio proyecto vital. Todo lo contrario, buscarán personas que sepan amarlas bien, al igual que ellas saben amar bien y respetar el espacio y la autonomía de su pareja.
Tambien están las personas que no saben gestionar y controlar sus emociones. Tienen que recurrir a los malos modos, al mal humor y a la agresividad para comunicar lo que quieren o lo que les hace sentir incómodos. A corto plazo, un insulto callan al contrario, pero a largo plazo llegan las consecuencias indeseadas, como la soledad y la falta de cariño.
Todos nos necesitamos mutuamente. Es más inteligente tratarnos con consideración. El planteamiento es bien sencillo: si quiero sentirme comprendido, intentaré comprender al otro. Si quiero sentirme respetado, respetaré a los demás. Y si quiero sentirme amado, empezaré por amarme a mí mismo y a los demás.
La persona amable no es sinónimo de persona insulsa, pasiva, sosa o dependiente. Puede ser divertida, dinámica, alegre, con carácter (bien gestionado), creativa, etc. Para los que tienen la suerte de convivir con personas amables el consejo es que no abusen de ese buen carácter. El corazón de las personas amables tiene un límite.
La amabilidad se puede y se debe enseñar. Una pareja, una familia o cualquier grupo en el que predomine la amabilidad es eficaz, y por tanto sus miembros desean permanecer en él y aportar algo al mismo, en lugar de querer abandonarlo.
Para finalizar, cuando uno ama y es amado, no importa de qué nivel de relación estemos hablando, el paseo se convierte en una experiencia inolvidable. Como todo lo bueno de la vida, una vez que sabemos qué es realmente la amabilidad, y la experimentamos, es casi imposible renunciar a ella.
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